viernes, 18 de mayo de 2012

Capítulo 12: años sin verle.


Estoy ausente, solo puedo pensar en una cosa, que abre hecho mal, Lay me mira con preocupación, he intentado no preocuparla, pero es que la verdad he estado bastante ausente, solo he podido pensar en lo que le he dicho a John para que se sintiera mal, pero no solo he pensado en eso, sino también en mi padre. Lay lleva disculpándose toda la mañana por ello, pero más culpable me siento yo, no se porque siento que la muerte de mi padre es responsabilidad mía.
-Paula ¿estas bien?-pregunta Lay preocupada.
-Si, si tranquila.
-Que mentirosa, te delatan tus ojos.
-…
-¿Por qué no me cuentas lo que te pasa?
-Una parte es por lo de mi padre, pero la otra es por John.
-¿Quién es John?
-Es quien se encargara de cuidarme mientras no tenga con quien vivir.
-Ahh…y ¿qué te pasa con él?
-Pues no se, hoy estábamos hablando tan tranquilamente y no sé que debí de decir que debió de sentarle mal.
-Y, ¿por eso estas mal?
-Pues en parte si.
-Y por otra la otra parte.
-Pues…mi tío viene esta noche…hace ya que no nos vemos 12 años… y no ha sido precisamente por que yo no pudiera ir a verlo.
-Y ¿qué tal os lleváis?
-Pues, si hace 12 años que no nos vemos ni hablamos, va a ser que simplemente no nos llevamos.
-Pero… ¿por qué no os hablabais?
-Pues no recuerdo exactamente por qué, no creo que me convenga saberlo ahora, seria como volver ha abrir la herida y eso de momento me duele a mí más que a nadie, porque aquí la que se ha quedado vivita y coleando soy yo. No quiero saber porque no he podido hablar con él, de momento no – mis lagrimas están apunto de caerse de mis ojos, mis sentimientos están a flor de piel, mi corazón esta escondido en alguna parte de mi cuerpo y mi mente esta colapsada.
Lay se me acerca y me da un abrazo, yo me dejo caer sobre ella, no puedo derrumbarme ahora, no es el momento, ni el lugar adecuado. Pienso en que esta noche me podre resguardar en los brazos de Angel  del frío invierno, que a mi se me va a hacer más frío todavía. Lay me coge la cara entre sus manos y me mira a los ojos.
-Paula, no pienses en eso, por favor deja de pensar en lo que te hace daño por un día, hazlo por mí o por Angel, pero por favor no te vengas a bajo.
Asiento con la cabeza, voy a hacerle caso, todo esto me esta haciendo daño, llega el camarero con la comida que habíamos pedido, miro a Lay y hago lo que me propuse, dejo de pensar en todo lo malo que me ocurre. Estamos comiendo y hablando tranquilamente, le cuento que John va ha cenar con nosotros, no le cuento lo que paso anoche cuando vinieron a mi casa John y su compañero y yo les recibí a punta de pistola, más que nada por protegerla de lo que ocurra en los siguientes días. Acabamos de comer y Lay ya esta tirando de mi brazo, me lleva directa a una tienda, que tiene pinta de ser carísima, en ella hay vestidos de gala.
-Lay, ¿qué hacemos aquí?-le digo en un susurro.
-A ti que te parece, comprar.
-Pero esta tienda debe de ser carísima.
-Eso da igual, tú mira el vestido que te guste y pruébatelo, venga- me dice mientras hace un gesto con la mano para que vaya hacia los probadores.
Le hago caso y miro los vestidos, veo varios vestidos, todos muy bonitos, pero hay dos que me llaman especialmente la atención. Uno de ellos es un palabra de honor, largo, de color azul marino, el otro es también palabra de honor largo, pero es blanco, bordado y menos voluminoso que el azul, estoy mirándolos cuando Lay llega a mi lado.
-¿Te gustan esos dos?
-Si, son bonitos.
Una mujer llega con dos perchas, en ellas están los dos vestidos que me gustan, se los da a Lay y me guía hasta unos probadores. Lay me da un vestido y me manda que lo pruebe, yo la miro no muy convencida, pero ella se da cuenta y me obliga, yo me lo pongo, es el vestido azul. Me encanta como me queda, pero tan solo pensar en que debe de ser carísimo me pone enferma. Salgo del probador y le enseño a Lay como me queda, pero no hace falta que me lo diga, ya que su cara es todo un poema, se ha quedado de piedra.
-Bueno, ¿qué tal me queda?
-Pues…no te basta ya ver la cara de fata que se me ha quedado, que suerte tienes cabrona, porque tienes que estar tan buena.
Suelto una carcajada, la reacción de Lay no estaba prevista para mi, más bien me esperaba un “Te queda bien”.
-Venga vete a probarte este- me dice Lay mientras me da el vestido blanco.
Yo cojo el vestido y me vuelvo a meter en el probador, me quito el vestido azul y me pongo el blanco, este es mucho más ceñido, pero me encanta, aunque más bien parezco una novia o una princesa. En ese momento se me viene a la cabeza, la idea de Angel de buscarse un traje de príncipe, yo una cenicienta y el mi príncipe, el típico sueño de niña pequeña, me hace gracia, alguien que me llama desde fuera de la cortina hace que vuelva ha aterrizara en la tierra.
-Voy-digo yo mientras retiro la cortina.
-Joder…tía no vale, a ti todo te queda genial y a mi no.
-Eso porque tu lo digas.
Lay mira su reloj y me hace una señal de que me valla a cambiar, me cambio lo más rápido que puedo y salgo del probador, Lay ya esta en la puerta esperándome, me coge de la mano y salimos corriendo hacia otra tienda, pero esta es de zapatos.
-Lay, cariño, no te ha valido ya de compras…
Lay me mira con carita de cachorrito, yo sin poder soportar las caritas que me pone me aguanto y sigo, Lay me enseña un par de zapatos de tacón más dignos de una cenicienta que de alguien tan simple como yo, me manda probarlos y yo sin poder remediarlo me los pruebo.
-Te quedan bien, ¿te mancan?
-No, son bastante cómodos-le digo mirando mis pies.
-A ver anda con ellos.
Me levanto y doy un par de vueltas con ellos, Lay me dice que me calce mis zapatos y yo la obedezco, mientras ella se larga a hablar con el dependiente de la tienda. Esta era la última tienda que Lay quería mirar antes de ir a comprar algunas cosas que nos quedaban para la cena, la espero a la salida de la tienda y mientras miro mi móvil, son las tres de la tarde, miro a un lado y al otro, justo en es momento Lay me pega un susto, que hace que pegue un brinco y un gritito, que hace que la gente me mire de una forma extraña. Le pego en un brazo, pero ella lejos de hacer caso de lo que yo hago agarra mi mano y tira de mi, ahora si que se acabaron las tiendas.