Estoy ausente,
solo puedo pensar en una cosa, que abre hecho mal, Lay me mira con
preocupación, he intentado no preocuparla, pero es que la verdad he estado
bastante ausente, solo he podido pensar en lo que le he dicho a John para que
se sintiera mal, pero no solo he pensado en eso, sino también en mi padre. Lay
lleva disculpándose toda la mañana por ello, pero más culpable me siento yo, no
se porque siento que la muerte de mi padre es responsabilidad mía.
-Paula ¿estas
bien?-pregunta Lay preocupada.
-Si, si tranquila.
-Que mentirosa, te
delatan tus ojos.
-…
-¿Por qué no me
cuentas lo que te pasa?
-Una parte es por
lo de mi padre, pero la otra es por John.
-¿Quién es John?
-Es quien se
encargara de cuidarme mientras no tenga con quien vivir.
-Ahh…y ¿qué te
pasa con él?
-Pues no se, hoy
estábamos hablando tan tranquilamente y no sé que debí de decir que debió de
sentarle mal.
-Y, ¿por eso estas
mal?
-Pues en parte si.
-Y por otra la
otra parte.
-Pues…mi tío viene
esta noche…hace ya que no nos vemos 12 años… y no ha sido precisamente por que
yo no pudiera ir a verlo.
-Y ¿qué tal os lleváis?
-Pues, si hace 12
años que no nos vemos ni hablamos, va a ser que simplemente no nos llevamos.
-Pero… ¿por qué no
os hablabais?
-Pues no recuerdo exactamente por qué, no creo que me convenga saberlo ahora, seria como volver ha abrir la herida y eso de momento me duele a mí más que a nadie, porque aquí la que se ha quedado vivita y coleando soy yo. No quiero saber porque no he podido hablar con él, de momento no – mis lagrimas están apunto de caerse de mis ojos, mis sentimientos están a flor de piel, mi corazón esta escondido en alguna parte de mi cuerpo y mi mente esta colapsada.
-Pues no recuerdo exactamente por qué, no creo que me convenga saberlo ahora, seria como volver ha abrir la herida y eso de momento me duele a mí más que a nadie, porque aquí la que se ha quedado vivita y coleando soy yo. No quiero saber porque no he podido hablar con él, de momento no – mis lagrimas están apunto de caerse de mis ojos, mis sentimientos están a flor de piel, mi corazón esta escondido en alguna parte de mi cuerpo y mi mente esta colapsada.
Lay se me acerca y
me da un abrazo, yo me dejo caer sobre ella, no puedo derrumbarme ahora, no es
el momento, ni el lugar adecuado. Pienso en que esta noche me podre resguardar
en los brazos de Angel del frío
invierno, que a mi se me va a hacer más frío todavía. Lay me coge la cara entre
sus manos y me mira a los ojos.
-Paula, no pienses
en eso, por favor deja de pensar en lo que te hace daño por un día, hazlo por
mí o por Angel, pero por favor no te vengas a bajo.
Asiento con la
cabeza, voy a hacerle caso, todo esto me esta haciendo daño, llega el camarero
con la comida que habíamos pedido, miro a Lay y hago lo que me propuse, dejo de
pensar en todo lo malo que me ocurre. Estamos comiendo y hablando
tranquilamente, le cuento que John va ha cenar con nosotros, no le cuento lo
que paso anoche cuando vinieron a mi casa John y su compañero y yo les recibí a
punta de pistola, más que nada por protegerla de lo que ocurra en los
siguientes días. Acabamos de comer y Lay ya esta tirando de mi brazo, me lleva
directa a una tienda, que tiene pinta de ser carísima, en ella hay vestidos de
gala.
-Lay, ¿qué hacemos
aquí?-le digo en un susurro.
-A ti que te
parece, comprar.
-Pero esta tienda
debe de ser carísima.
-Eso da igual, tú
mira el vestido que te guste y pruébatelo, venga- me dice mientras hace un
gesto con la mano para que vaya hacia los probadores.
Le hago caso y
miro los vestidos, veo varios vestidos, todos muy bonitos, pero hay dos que me
llaman especialmente la atención. Uno de ellos es un palabra de honor, largo,
de color azul marino, el otro es también palabra de honor largo, pero es blanco,
bordado y menos voluminoso que el azul, estoy mirándolos cuando Lay llega a mi
lado.
-¿Te gustan esos
dos?
-Si, son bonitos.
Una mujer llega
con dos perchas, en ellas están los dos vestidos que me gustan, se los da a Lay
y me guía hasta unos probadores. Lay me da un vestido y me manda que lo pruebe,
yo la miro no muy convencida, pero ella se da cuenta y me obliga, yo me lo
pongo, es el vestido azul. Me encanta como me queda, pero tan solo pensar en
que debe de ser carísimo me pone enferma. Salgo del probador y le enseño a Lay
como me queda, pero no hace falta que me lo diga, ya que su cara es todo un
poema, se ha quedado de piedra.
-Bueno, ¿qué tal
me queda?
-Pues…no te basta ya ver la cara de fata que se me ha quedado, que suerte tienes cabrona, porque tienes que estar tan buena.
-Pues…no te basta ya ver la cara de fata que se me ha quedado, que suerte tienes cabrona, porque tienes que estar tan buena.
Suelto una carcajada,
la reacción de Lay no estaba prevista para mi, más bien me esperaba un “Te
queda bien”.
-Venga vete a
probarte este- me dice Lay mientras me da el vestido blanco.
Yo cojo el vestido
y me vuelvo a meter en el probador, me quito el vestido azul y me pongo el
blanco, este es mucho más ceñido, pero me encanta, aunque más bien parezco una
novia o una princesa. En ese momento se me viene a la cabeza, la idea de Angel
de buscarse un traje de príncipe, yo una cenicienta y el mi príncipe, el típico
sueño de niña pequeña, me hace gracia, alguien que me llama desde fuera de la
cortina hace que vuelva ha aterrizara en la tierra.
-Voy-digo yo
mientras retiro la cortina.
-Joder…tía no
vale, a ti todo te queda genial y a mi no.
-Eso porque tu lo
digas.
Lay mira su reloj
y me hace una señal de que me valla a cambiar, me cambio lo más rápido que
puedo y salgo del probador, Lay ya esta en la puerta esperándome, me coge de la
mano y salimos corriendo hacia otra tienda, pero esta es de zapatos.
-Lay, cariño, no
te ha valido ya de compras…
Lay me mira con
carita de cachorrito, yo sin poder soportar las caritas que me pone me aguanto
y sigo, Lay me enseña un par de zapatos de tacón más dignos de una cenicienta que
de alguien tan simple como yo, me manda probarlos y yo sin poder remediarlo me
los pruebo.
-Te quedan bien,
¿te mancan?
-No, son bastante
cómodos-le digo mirando mis pies.
-A ver anda con
ellos.
Me levanto y doy
un par de vueltas con ellos, Lay me dice que me calce mis zapatos y yo la
obedezco, mientras ella se larga a hablar con el dependiente de la tienda. Esta
era la última tienda que Lay quería mirar antes de ir a comprar algunas cosas
que nos quedaban para la cena, la espero a la salida de la tienda y mientras
miro mi móvil, son las tres de la tarde, miro a un lado y al otro, justo en es
momento Lay me pega un susto, que hace que pegue un brinco y un gritito, que
hace que la gente me mire de una forma extraña. Le pego en un brazo, pero ella
lejos de hacer caso de lo que yo hago agarra mi mano y tira de mi, ahora si que
se acabaron las tiendas.